Abinader… coge la seña
A menos de tres semanas de instalada la Administración Trump, se ha dejado sentir en todo el planeta con efectos cuasi instantáneos y contundentes en la política y la economía internacional. Los nuevos incumbentes tienen bien claro sus objetivos a pesar del caos, la incertidumbre y las nuevas reglas del juego que buscan instaurar. La directriz geopolítica para el Continente Americano, y en particular, los países centroamericanos, las antillas mayores del Caribe y los países del norte de América del Sur es clara, reestablecer la hegemonía de los Estados Unidos en su “vecindario más próximo”. La República Dominicana está en ese vecindario. Las visitas recientes del Secretario de Estado, Marco Rubio, a Panamá, El Salvador, Costa Rica y Guatemala evidencian una clara línea estratégica de defensa en términos políticos y comerciales. El último país en la gira es República Dominicana. La agenda con este último es directa, precisa y concisa, resumida en tres puntos principales: China, Venezuela y Haití.
La presión ejercida por el gobierno de la República Popular China desde hace más de dos décadas a los países de la región (Centroamérica-Caribe) dio su fruto en la República Dominicana con el rompimiento de relaciones diplomáticas con Taiwán en 2018. De ese momento a la fecha, la presencia china en el país es notoriamente marcada en el sector comercio a través de importantes tiendas de artículos diversos y vehículos automotores, y más sutilmente, en sectores de tecnología y telecomunicaciones. La presencia desproporcionada en el sector comercio ha producido malestar en el empresariado nacional traducido en competencia desleal que incluye, entre otros elementos, la evasión impositiva. Por el lado de la tecnología y telecomunicaciones, la presencia a través de la educación terciaria con proyectos como Academia TIC Huawei-UASD y los acuerdos Huawei-Ministerio de Defensa han dejado al descubierto información sensible en materia de seguridad nacional.
Venezuela, país históricamente amigo de República Dominicana, vio estrechar más sus lazos económicos y comerciales en las últimas dos décadas por el acuerdo energético, Petrocaribe, puesto en marcha por Hugo Chávez con el objetivo de suministrar petróleo en condiciones preferenciales a cambio de repago mixto. La muerte de Hugo Chávez dio paso a los gobiernos de Nicolás Maduro, con el cual, las relaciones políticas se mantuvieron en tensión y deterioro hasta su ruptura en 2024. No obstante, a ello, la República Dominicana, ha sido receptora importante de inversiones en sectores como turismo y comercio, y de una significativa migración de venezolanos. Junto a esto, también, no escapan situaciones importantes de blanqueamiento de capitales ilícitos de personalidades vinculadas al chavismo.
Haití, nuestro vecino país, con una difícil y extrema situación política, económica y social es de suma importancia en la región por su fragilidad y vulnerabilidad en todos los órdenes. A casi 30 años de un cambio de política migratoria con Haití que fue progresivamente más y más laxa con la excusa del anhelado desarrollo económico, creó un contexto de no retorno que aceleró con el terremoto de 2011 y el financiamiento deliberado de agencias multilaterales para el desarrollo y agencias federales de los Estados Unidos. El escenario actual ha dejado al descubierto los mecanismos puestos en marcha para una “fusión” gradual y sistemática orquestada por agentes externos e internos con el pretexto del buen samaritano.
Sin bien la República Dominicana ha sido uno de los principales agentes de ayuda incondicional al pueblo haitiano, no es menos cierto que esta ayuda ha venido con un alto costo en múltiples órdenes. En el orden económico, la sustitución y desplazamiento por mano de obra extranjera sin ninguno tipo de arraigo, identificación ni condiciones laborales justas y claras ha creado mercados laborales altamente informales en comercio, construcción y agricultura. En el orden de finanzas públicas, el importante gasto público en educación y salud, destinado a haitianos sin ningún tipo de pago por contraprestación y bajo el alegato de condición precaria, pone al descubierto, también, la prominencia del extranjero ante el dominicano por compromisos, pagos y redes que inducen deliberadamente el asentamiento ilegal de haitianos. En el orden de la dominicanidad, su extinción progresiva bajo el alegato del proceso natural de razas y civilizaciones en un contexto global, apelado como argumento para la fusión, no es excusa para una solución dominicana a un problema haitiano. Cada país es soberano e independiente en su accionar económico, político y social y el pueblo haitiano debe ser apoyado en su y para su país.
La agenda para la región de la Administración Trump es clara: 1) contener y eliminar lo más posible la presencia de China en la región, 2) elevar la presión económica y política al gobierno ilegítimo de Nicolás Maduro y 3) iniciar la organización política y económica de Haití. El contexto actual no está para retórica ni pose política, tampoco para debates ideológicos que poco aportan ante el descrédito generalizado y estrepitoso de la clase política nacional. Estos tres puntos de la agenda Trump tienen como denominador común a República Dominicana como puente para el logro de los objetivos de la política actual de los Estados Unidos. Por supuesto, esto no deja de lado, los serios problemas internos que el país tiene por corrupción, narcotráfico y seguridad ciudadana que deben ser urgentemente atendidos. Sin embargo, en estos momentos el país necesita un gerente-negociador que sin ideologías desfazadas interprete y traduzca en beneficio para el país este nuevo y acelerado contexto internacional. Presidente… coga la seña.

